Este año he aprendido a cómo decir no como escritor. Y como persona. Ha sido una labor titánica.
He sido siempre una persona muy buena. Amable, servicial y dispuesta. Con una alta capacidad para ser útil a los demás. La gente siempre decía lo gran persona que era, alabando mi entrega total para cualquier proyecto. Dicho así da bastante asco, ¿verdad?
Di tanto que me quedé sin nada para mí. Igual que Jean-Baptiste Grenouille en la última escena de «El perfume». Tal capacidad de embrujo y adoración por parte de los que le rodeaban hizo que se llevaran todas las partes que lo formaban, literalmente. En este último año me he visto en retrospectiva. Yo era Jean-Baptiste Grenouille. Hice tanto para los demás que me olvidé de lo que tenía que hacer para mí.
Así habría seguido hasta que todo exploto. Por desgracia. Por suerte.
Si hubiese trabajado más para mí y menos para los demás, ahora sería la reina del mambo. Pero no soy más que la princesa de la bachata. Trasnochada y arrastrada. Ya será menos, no seas tan dura.
La culpa de todo esto no fue de los demás. Ellos pidieron y pidieron porque nunca les dije que no. Esas relaciones se conservaron en perfecto equilibrio durante años. Hasta la explosión.
En este último año he aprendido a decir no. Puede que para ti sea fácil, para mí ha sido todo un mundo. Unido a que me he colocado como la persona más importante a cuidar, se ha producido un cocktel explosivo. Al principio tenía mucho miedo a que la gente me abandonara, pero estaba claro que si lo hacían no debían formar parte de mi vida: solo tenían otros objetivos, tampoco pasaba nada. Para mi sorpresa casi todos se quedaron. Es verdad que las que más habían sacado de mí ya no formaban parte de mi vida. En esto sí tuve suerte.
Volvamos al decir no. Es tan difícil como bañar a un gato, puede que nunca lo consigas y si lo haces saldrás con toda la espalda cubierta de arañazos sangrantes. Y puede que nunca vuelvas a bañar uno, o puede que con el siguiente sea más fácil. Decir que no es muy difícil: temes decepcionar o hacer daño a la gente a la que le niegas un favor o un propósito y, sobre todo, temes equivocarte.
En el primer caso, siendo duros, no es problema tuyo. Yo he ayudado a gente en contra de mis objetivos y mis deseos y lo único que he conseguido es sentirme mal. Peor que mal, fatal. Y con quién tienes que vivir todos los días es contigo misma, así que es indispensable que lo hagas lo mejor posible. En el segundo caso, ¿qué pasa si te equivocas? Todo tiene solución menos la muerte, si te has equivocado pues ya lo harás mejor la próxima vez. No se va a acabar el mundo. A no ser que seas un superhéroe y esa sea tu misión, en ese caso estás jodido. Por suerte, yo no soy una escritora superwoman.
Desde que he empezado a tener visibilidad en este gran mundo llamado Internet, recibo semanalmente correos con diversas propuestas, algunas muy curiosas. Mi yo del pasado diría que sí a todas, el del presente no responde inmediatamente, a no ser que lo vea muy claro. Me tomo algunos días para evaluar y me pregunto:
– ¿Es algo alineado con mis objetivos?
– ¿Tengo tiempo suficiente para llevarlo a cabo?
– ¿Obtendré algún beneficio de ello?
Los beneficios pueden ser económicos, intercambio de productos, algo que eleve mis objetivos o que me haga sentir bien, que me emocione. Si la respuesta a todas las preguntas es no, sé que debo concentrarme en otras cosas.
Tener que responder a un correo con una negativa no es agradable, así que explico con detalle porque no acepto la propuesta. Si alguien se ha tomado la molestia de escribirte lo mínimo es que te tomes el tiempo para responderle, sobre todo cuando lo que tengas que decirle no le va a gustar mucho. Aquí tengo que hacer un inciso: hay que arriesgarse siempre. Si tienes una propuesta o una idea que no se quede en tu cabeza, si la dejas allí la respuesta siempre será no, si la sacas tal vez te sorprendas. Siempre habrá un momento para el sí.
Existen negativas mucho más difíciles: las que se hacen aún sabiendo que todo el mundo antes ha dicho que sí. Por ejemplo cuando una editorial te plantea publicar tu libro. Esto lo explica muy bien Ana González Duque en su último podcast: El éxito como escritor. No tienes que lanzarte a los brazos del primer postor, puede que tus intereses no se alineen con la idea de la editorial, o puede que la oferta no sea lo que esperas. ¿Pero qué escritor en su sano juicio le diría que no a una editorial? Pues aquel que tenga claro sus objetivos, que sepa a dónde quiere llegar y cómo quiere hacerlo. Somos escritores pequeños, pero tenemos el poder de decidir lo que sentimos hacer. Y digo sentimos porque muchas veces las decisiones se toman con el estómago. La cabeza te dice que esto o aquello es bueno, pero tus tripas se retuercen. Escuchalas, raras veces se equivocan.
Quería acabar este artículo con el lado opuesto: aceptar un no. Igual que he aprendido a decirlo, he tenido que aprender a aceptarlo. Mi cabeza está llena de ideas, demasiadas, a veces, algunas rocambolescas, sin sentido. En ocasiones el Sr. B me tiene que parar, otras mis compañeros, así que he tenido que aceptar negativas muchas veces. Antes me enfadaba, ahora puedo sentirme triste, pero sé que no todas las ideas son buenas o realizables. O no todas son adecuadas para una determinada persona o momento. Sería muy hipócrita por mi parte aprender a decir no y no saber aceptarlo. Y claro que duele, pero hay que convivir con ese sentimiento y seguir adelante. Es lo que hay.
Ahora estoy un poco más cerca de saber cómo decir no como escritor y que no duela. No sé si algún día dejará de hacerlo, mientras seguiré practicando.
2 Comentarios
Gracias por este post, es justo lo que necesitaba leer. De hecho, incluso voy más allá, busco y busco razones para justificar mi «no»; como si, de tanto buscar, alguien tomara mi responsabilidad de aceptar la decepción en los demás que les causaría mi negativa. Claro que sé que eso no es sano, ni posible, pero me doy cuenta que el deseo está ahí…
También agradezco que cuentes tu experiencia positiva, lo de que no todos te abandonaron cuando empezaste a prestar atención a tus necesidades como prioridad.
[…] proyectos y muy poco tiempo. Una de las cosas que he tenido que aprender este último año es a decir que no: la vida no me da para más. Antes de meterte de lleno en Pinterest, o en cualquier red social, […]